top of page
La Orgánica Studio

Prisa por morir

Este post está disponible en 3 formatos:


- Escrito en este blog

- En vídeo en Youtube

- En podcast en Spotify


Elige el que mejor se adapte a ti y disfruta 🖤

 
 


 

Te quiero contar algo que me ha pasado esta mañana. Es una tontería pero me ha hecho reflexionar sobre algo importante y creo que puede interesarte porque seguro que a ti te pasa lo mismo que a mí.


Pues bueno, esta mañana he ido a la compra. Bueno, a la compra no, a por 4 cosas (literal) que faltaban en casa y necesitaba (cerveza era una de ellas, no me escondo). He ido con el coche al super en el que solemos comprar y, al entrar al parking, me he encontrado algo super normal pero que me ha llamado mucho la atención: un atasco.


Un coche quería en la plaza de aparcamiento que estaba dejando libre otro coche y estaba formando un pequeño atasco con los coches de la zona. Había un par de coches pitando con insistencia y el conductor de otro tenía la ventanilla bajada y gritaba enfadadísimo. No entendí lo que decía pero cosas bonitas, no eran.


Este "mega atasco" que tenía a la gente tan cabreada ha durado menos de un minuto. En cuanto el coche ha podido aparcar, todo se ha disuelto y problema solucionado. Cada uno ha seguido con su vida.



Yo he aparcado y he subido al supermercado. He cogido un carro de estos que son como una cesta pero son un carro, sabes cuáles te digo, ¿verdad? Me hacen mucha gracia esos carros porque son una versión pequeñita de otro y esas cosas me encantan. Además, necesitaba 4 cosas (literal).


He recorrido el supermercado cogiendo las cosas que había ido a buscar y, en uno de los pasillos, he podido ver otro atasco. El día va de atascos, chica. Tres o cuatro personas y sus carros estaban metidas en un pasillo estrecho y, por lo que sea, no podían pasar todos a la vez por el mismo sitio. Esto les tenía enfadados, como te imaginarás. Estaban lejos pero les he visto las caras (las caras, juan, las caras) y cómo resoplaban mientras maniobraban con sus carros.


Total, que he terminado mis compras y me he ido para las cajas. Resulta que hay dos colas: la normal y la express, para menos de 10 artículos. Yo llevaba 6 cosas (al final han caído algunas que no iba a buscar, supongo que conoces la sensación) y ninguna prisa en absoluto. Yo tenía prisa porque he ido a la compra con toda la calma, contaba con el tiempo que iba a necesitar y no tenía que estar haciendo otra cosa en ese momento.


Te insisto tanto en que yo no llevaba prisa porque fíjate cómo es el cerebro: aunque no necesitaba ponerme en la cola express y no había mucha gente en ninguna de las dos colas, he visto que reunía los requisitos para estar en esa cola y me he alegrado. Como que he sentido una victoria, ¿sabes? Me he sentido muy bien al ver que podía ir a la caja rápida. No llevaba prisa y aún así me ha alegrado la promesa de hacer algo más rápido de lo que me tocaría.



Pues me he puesto a la cola express y he esperado. Delante de mí habría unas 5 personas y las dos que estaban directamente delante de mí eran un hombre y una mujer que venían juntos con una cesta. Vamos a suponer que eran un matrimonio porque, aunque no les he preguntado y no es importante para esta historia, tenían toda la pinta. Y si no, que me perdonen la equivocación si leen esto. Yo no les perdono el rato que me han dado.


La señora le estaba pegando una chapa al señor impresionante. Se quejaba de que la cola iba lenta, que de express no tenía nada, que estaban perdiendo todo el día esperando... Quiero aprovechar para aclararte que la cola iba a un ritmo completamente normal, creo yo, no soy una experta en colas. De ningún tipo.


El hombre simplemente la escuchaba, o la oía más bien como el que oye un zumbido molesto pero sin contenido interesante. Pero ella vuelta y vuelta sobre el tema, venga a quejarse del tiempo de espera y de si la caja express se tenía que llamar así.


En un momento dado, ha pasado por ahí una trabajadora del supermercado y la señora la ha abordado para preguntarle que si estaban en la cola express por qué no iban más rápido. La trabajadora le ha dicho que, aunque la cola express está pensada para compras pequeñas y, por tanto, breves en el tiempo, sólo tenía reservadas dos cajas, mientras que la cola normal tenía todas las demás del supermercado y, en realidad, iba más rápido.


Bueno, ¡la señora indignadísima! Ha pasado de soltarle la chapa a su (presunto) marido a soltársela a la empleada del super, que se ha escabullido en cuanto ha podido dejando a la señora enfadada y llena de un montón de quejas sin destinatario.


Yo estaba viendo toda esta situación desde unos metros de distancia (2, por eso del covid) y me estaba apiadando del marido, de la trabajadora y de mí misma por tener que aguantar a la señora. Te recuerdo e insisto en que la cola se movía a un ritmo normal, que en todo este tiempo habíamos seguido avanzando y cada vez nos quedaba menos para acabar con aquella pesadilla.


En ese momento, la señora empezó a mirar hacia la cola normal y hacía la parte delantera de la nuestra. Luego, de vuelta a la normal y de vuelta a la nuestra. Ví cómo se formaba una idea en su cabeza: cambiar de cola. "¿Y si nos cambiamos de cola?" le preguntó al marido, a lo que este le respondió "¿qué más te dará la cola? ¡ni que llevásemos prisa!"


Y le suelta la señora: "no, no, si prisa ninguna pero es que se nos está pasando aquí todo el día haciendo nada". ¡Que no llevaban prisa! ¡Que yo (y mucha gente más) me estaba tragando su chapa monumental por un problema que ni siquiera existía! No he entendido nada, te lo juro.


Cuando por fin les ha tocado pasar a la caja, la víctima directa del enfado de la señora ha dejado de ser el marido y ha pasado a ser la pobre cajera que la miraba con una cara de "¿a mí que me está contando?". La cara era muy parecida a la del marido, ahora que lo pienso.



Bueno, pues finalmente me ha tocado a mí. Digo finalmente no por que hubiese estado mucho tiempo esperando, sino porque había empezado a desear el momento de salir de allí y dejar de escuchar a aquella mujer quejarse y por fin estaba cerca.


Cuando me he acercado a la caja, la cajera se ha disculpado porque la máquina de los tickets se había quedado sin papel y tenía que cambiarlo. Le he dicho que no había problema y, mientras lo cambiaba, ha llegado a disculparse tres veces, cada una más apurada. Se disculpaba por hacerme esperar aunque yo le he respondido todas las veces que no tenía prisa. Ella daba por sentado que yo tendría prisa porque es lo normal, al parecer, y este contratiempo con el papel de los tickets era algo que nos iba a retrasar unos valiosos segundos de nuestra vida.


Con la máquina de los tickets lista, el papel recargado, la cajera apurada y mi compra pasando a toda velocidad por la cinta para recuperar el tiempo perdido, me he quedado reflexionando sobre todo lo que había experimentado en el supermercado y, al volver a casa, he decidido contártelo.


No logro entender por qué está tan normalizada la prisa, por qué se da por sentado que la tenemos siempre y por qué nos afecta tanto que algo tarde un poco más en hacerse de lo que teníamos previsto. No entiendo por qué tenemos tan metida en el cerebro la prisa y por qué siempre tanta.


Además, me molesta mucho una cosa que dijo la señora, eso de "es que estamos aquí haciendo nada". ¿Por qué es eso malo? ¿Por qué no podemos estar sin hacer nada? Aún así, no es verdad: ella estaba haciendo algo y ese algo es esperar. Esperar en una cola para poder pagar la comida que quería llevarse a casa, poder comérsela y tener fuerza para seguir quejándose de otras situaciones en las que tuviese que esperar. Esa espera era imprescindible para que todo lo demás ocurriese. O sea, que no estaba sin hacer nada. De hecho, estaba siendo productiva.



Pero es que ese es todo un tema, la productividad. Me pone enferma y me peleo mucho con ese concepto. Nos meten en el cerebro que no se nos puede escapar ni un segundo del día, que hay que generar y producir todo el día, que no estemos parados, que vayamos rápidos y que seamos útiles. No puede ser sano se ninguna manera.


Y ojo, que soy la primera que ha caído y sigue cayendo en esa movida de la productividad. Que veo mucho contenido, en youtube sobre todo, de rutinas diarias imposibles (para mí, al menos) en las que la gente se levanta a las 5 de la mañana para hacer en un día más cosas de las que hago yo en un mes, prácticamente. He visto muchos vídeos que te enseñan a estructurar tus días y que no dejes ni un minuto sin aprovechar, que todo lo que leas te sirva para aprender, que todo lo que veas en la tele sea provechoso (laboralmente hablando casi siempre)...


No puedo. No puedo hacer esas cosas y me siento mal por ello. Vale, ya no tanto, antes era peor, pero me sigue pasando. Aún sigo estructurando mis días (sobre todo mis mañanas) para hacer todo lo que quiero hacer en el menor tiempo posible y tengo que corregirme a mí misma para no caer en la trampa de "llevar prisa sin llevarla".


Trato de repetirme a mí misma que no estamos hechos para ser productivos 24 horas al día, que vivimos en un sistema injusto y muy exigente que nos exprime y nos pide cosas que muchas veces no somos capaces de hacer. Que trabajemos muchas horas al día y que, al llegar a casa, sigamos pensando en el trabajo.


Que tengamos hijos que sirvan a mantener esta rueda pero que nos los críen otras personas porque la conciliación no existe y tu tiempo no es para cuidar hijos, sino para trabajar. Que necesitemos más dinero para pagar a quien cuide de los hijos, limpie la casa porque no estamos nunca o nos cocine en un restaurante porque no hemos podido llevar comida, y acabemos trabajando más horas por un poco más de dinero. Un poco más que nunca va a ser suficiente y que, si lo es, ¿a qué precio?


A menudo medimos nuestra valía por nuestro trabajo, por lo mucho que trabajamos y lo entregados que somos. Valemos para muchas más cosas que para trabajar. Y si no, es que tampoco se trata de eso. Valemos para vivir y la vida se nos está escapando a un ritmo que da miedo. Ahí sí que deberíamos tener prisa, pero prisa por vivir.



Perdonad que me he puesto un poco antisistema, pero es que creo de verdad en lo que digo. Yo misma que te cuento esto lucho contra esa normalidad de la prisa, la productividad, los datos y el dinero. A menudo me sorprendo regañándome a mí misma por tomarme un día libre y me castigo por no estar haciendo otra cosa. Cuando leo por puro placer, a veces pienso que debería estar usando ese tiempo en hacer algo que haga crecer mi negocio. ¡Y a mí lo que me apetece en ese momento es leer!


Lo que consigo muchas veces es no disfrutar de lo que estoy haciendo, no estar del todo presente nunca porque tengo la cabeza en otro lugar. Un lugar que pienso que es mejor y donde debería estar, cuando donde debo estar realmente es donde estoy: disfrutando de mi vida, de mi tiempo, mi familia, mis amigas y las cosas de la vida que más me gustan.


No quiero con esto hablarte como uno de esos "gurús" de que seas la jefa de tu vida, sino todo lo contrario. Quiero hablarte de que yo sufro esto y seguro que tú también en mayor o menor medida porque va implícito en el sistema del que formamos parte. Y quiero hablarte de que estoy tratando de cambiarlo y que me gustaría animarte a que lo hagas también o a que, al menos, sepas que aquí hay una persona más que piensa como tú en ocasiones y no cree que seas una vaga por no producir 24/7.



Estoy tratando de estar más presente y de vivir menos con el piloto automático porque creo de verdad que, al final del día, las experiencias que hemos vivido con el piloto automático puesto se borran de nuestras cabezas. Sin embargo, las que quedan son las que hemos vivido de verdad, las que nos han llegado al cerebro y nos han dejado una imagen grabada, como una foto.


Esas son las cosas que nos quedan y las que nos acompañarán hasta el final de nuestra vida, no las rutinas en las que no nos fijamos pero que tan importantes nos parecen hoy. Las cosas que nos hacen vivir, y no solo sobrevivir, sin las verdaderamente importantes.


Estoy tratando de tener menos prisa y de disfrutar más de lo que vivo porque creo que todas vamos a ir a para al mismo lugar, que es la muerte. Perdona que me ponga macabra pero es así: todas vamos a morir y yo, personalmente, no tengo ninguna prisa porque llegue ese momento.




* Aprovecho este post para aclararte algo, persona que me lees: casi siempre procuro hablar en femenino y tiene una explicación. La inmensa mayoría de las personas que consumen mi contenido (que cool suena así dicho, ¿no?) se identifican como mujeres. Me resulta fácil generalizar en femenino teniendo en cuenta estas cifras y sé que a los hombres que me siguen no les importa que les incluya en el femenino porque saben que no hay nada de malo en el femenino. Esto es algo que dice Mariana Matija, una divulgadora y activista por el planeta a la que admiro muchísimo y yo adopto la explicación. Espero que te parezca bien y te sientas bienvenida siempre que quieras.



Comments


bottom of page